El Viajero


El movimiento es salud, la humanidad siempre ha sido seducida por el nomadismo, por acariciar los invisibles senos de la libertad absoluta y delirar con su miel. Es un deseo reprimido durante el proceso de socialización, se puede percibir en la sociedad un ferviente e inconsciente deseo de salir del sedentarismo y estandarización al que obligan las premisas de la vida que la civilización se ha impuesto a si misma.

El viajero

Antes de ser un viajero, la conciencia vuela de fiebre, arde en un deseo tan intenso que el incendio mental deja en llamas cualquier otro pensamiento. Cuando la tensión ya es incontenible, se decide a montar el sueño pero el sueño joven, es un potrillo salvaje de un carácter rebelde, terco, desconfiado e inseguro, como todo lo desconocido se carga de miedos. Primero deberá domarlo, como dice el Zorro del Principito, "Deberás domesticarlo, crear lazos con el".

Ahí están los dos en el corral, todo está por empezar o no. El ruido de la vida y la rutina aturden y atentan contra la paciencia del sueño. No será fácil. El primer enfrentamiento ante los miedos se da antes de salir, en ese corral ambos pueden pasar meses, años o décadas estudiandose y mirándose a los ojos. Él sabe inconscientemente que si logra montar ese sueño cabalgará hacia el fin más elevado de todos, el descubrimiento del universo interior.

Si logra crear y conquistar los primeros lazos con su interior salvaje y primitivo, el hombre se montará por primera vez en aquel sueño y nada volverá a ser lo mismo. Desde ahora es un discípulo del camino y se dispone a entregarse a el, con sus cielos y sus infiernos.
Su aura atraviesa aquellos infiernos y cielos, los planetas y los tiempos, de lo único que se podría arrepentir sería de no haber empezado a viajar antes, y pronto, la brisa le susurra al oído que todas las circunstancias han sido perfectas, que cada proceso lo es y que nada está en sus manos, entonces, el viajero experimenta la fé más allá de cualquier religión, de un modo auténtico y personal, desarrolla su instinto y su intuición, lo que algunos  suelen llamar el corazón, este hombre de los caminos ha aprendido a desconfiar de la mente y confiar en su corazón.
La vida no sonríe siempre, todo está sujeto a un péndulo que va y viene, el señor de la mochila ha sabido entenderse en esta dinámica, no se aferra a ningún estado, la abundancia y la escasez, el amor y sus guerras han sido tan necesarios que poseen el mismo valor.
 Desapegado de todo, el viajero se convierte en un buscador sin objeto, él no necesita saber que está buscando. Mientras la vida se mueve él encuentra tesoros inapreciables para otros ojos, pues el valor de la simpleza es un principio muy difícil de alcanzar. Para los privilegiados que lo han aprendido saben que estos logros son difíciles de comprender desde afuera. El mérito es totalmente suyo, gozará por un instante eterno el sagrado placer de la satisfacción plena y sabrá despedirse de tal sensación con honores, quizás, pronto un futuro hallazgo coronará una nueva conquista.

El viajero ya no mira el fuego como antes, ahora es un portal que abre en su luz el retórico reflejo de los ojos que lo miran, la sabiduría del fuego sede el espacio infinito, la materia desangra reflexiones, es un entorno de revelaciones único, profundo y valioso. Luego, la lluvia es la gran noticia que evoca la alegría, el agua danza los rituales de la piel, la sensibilidad se despierta de un largo sueño, el espíritu experimenta su primer orgasmo, el verbo amar se conjuga de mil modos sobre las figuras que dibuja la música del universo. El viento grita y susurra, aturde y silencia mientras su voz suaviza los aromas de todos los colores. Todo es posible.
 Cuando el día se quema en la romantica despedida de algún sol, en silencio, el viajero medita, estira los dedos, engrandese el espiritul inhalando con paciencia la brisa de la montaña, aquella brisa fresca es un cariño en las mejillas que reanima las ganas de volar, las luces cierran los ojos y abren sus alas, los caminos se multiplican, la tierra es testigo de cada huella, ella es el milagro que da vida al átomo, su magia participa en el principio y en el final de todas las vueltas a todos los soles.

Por las noches el camino se aclara con la luna, su lumbre es el sagrado alimento del alma, el ritual de rendirse ante su luz es el río de paz que asciende hacia las profundidades del mar de arriba, el caminar bajo su presencia revela los secretos que esconde el sagrado camino de la eternidad del sol en el Titicaca.
Los duendes de la noche conceden un encuentro de tambores, los golpes sincronizan los corazones de todos los viajeros, la danza es un llamado a los antiguos abuelitos pa que se levanten y asciendan desde la tierra para encender una preciosa luna llena que en sus llamas frías y blancas se apoderen de los cuerpos lunáticos y se entreguen al Dios de la música. El agua es cinética pura en acción, las vibraciones de los cueros hipnotizan los mares, el cuerpo y su agua lo sienten, son víctimas de un antiguo ritual de elevación.
En las mañanas, la alegría de recibir un nuevo día inspira las ganas moverse otra vez, los pies descalzos son cables a tierra, la pacha habla en su flor, el nectar cura las penas, atiende las tristezas, abraza el alma con sus lianas dulces y amargas, la selva que se muestra oscura y peligrosa para el mundo se vuelve luz y sanadora para el viajero, ilumina los misterios que habitan en las profundidades del alma y reconstruye las raices del ser que se han plastificado en la civilización.
El tiempo se relativiza, los días le parecen años y todas las distancias son posibles, el discípulo del camino es un hombre curioso y desprejuiciado que avanza a paso lento y firme por el desierto de su alma.
Los sabios maestros del desierto invocan los sacrificios de la soledad, el espacio austero, infinito y silencioso se predispone para jugar a encontrarse.
Las verdades no son absolutas, el viajero ha aprendido a vivir en complejas paradojas sin perderse en ellas, sabe que dos extremos opuestos se tocan donde todo el tiempo y el espacio se resumen en una mirada al cielo estrellado y aquel cielo estrellado es su recompensa. Bendita sabiduria que viene de un incomprensible superior, minimiza el ego, aplaca la falsa sensacion de buscar felicidad. Mirar el cielo es perderse en los claros y oscuros del universo y de la mente, es el camino para desmaterializar las ambiciónes.

Su paciencia es la virtud que florece de la siembra de aquellos primeros pasos, ahora ha pasado tanto desde aquel corral. La yema de sus dedos acarician su sueño ahora manso, aquel enfrentamiento en el corral es un pedacito de la historia y la nostalgia es un matecito dulce que da gusto beber. El hombre de los caminos ha domado su sueño, ha creado lazos con el y ha sabido recibir los frutos que él mismo sembró, introspección, auto valoración, amor propio e incondicional, coraje, voluntad, humildad y corazón.
Al principio aprender era la premisa, al regreso, compartir es el siguiente paso sin olvidar jamás el primero, pues, él bien sabe que volverá pronto a ese corral a enfrentarse a un nuevo sueño...







Alan @2015
Un astronauta en bicicleta

Frutos de la Muerte

¿Abuelita, usted se imagina cómo es llegar a la muerte?

Disculpe que la interrumpa, me pregunto, ¿Usted sabe, abuela, que esa manzana que está por comer esta compuesta de un 84% de agua y el resto, otras partículas que se encuentran en la tierra que está pisando con sus pies?

Imaginaba... Piense usted que, al igual que la manzana, su cuerpo tiene un gran porcentaje de agua. ¿Ha imaginado la vida de esa molécula de agua, abuela? Un día fue una nube que atravesó un continente, miles de kilómetros en los cielos, otro día es el río que bajó de las montañas, más tarde será el agua que fluye por las acequias, alimentando los manzanos y el fruto que ahora está en sus manos. Posiblemente, si la dejo comer en paz, termine en su cuerpo. Pero esa es solo la historia reciente, además, piense usted que esa ínfima molécula de agua podría haber sido un arbusto que alimentó dinosaurios, un vino que bebió Buda a escondidas, una gota de sudor en la frente de María Magdalena o quizás un riñón de Hitler. Más aún, los átomos de esa molécula de agua conocen el principio del universo, han viajado una dimensión espacial imposible de imaginar para nuestras mentes. Han visto crecer al planeta y posiblemente lo vean morir... ¿Se da cuenta usted, cuanto estaría comiendo en ese bocado? Notará bajo esta sencilla reflexión que todo su cuerpo está formado por la misma materia que inició hace quien sabe cuantos millones de años, toda esta existencia material en el universo. Pero no se preocupe agüela, a mí me pasa lo mismo cuando abrazo las piedras.

Me encantaría pensar que mis átomos serán partículas en las nubes que cubran los cielos por milenios durante una futura Era de Hielo provocada por la erupción de un supervolcán o un cataclismo polar y que siglos más tarde serán una planta que alimentará una nueva especie de vida que habite el planeta.
Que sé yo, es gratis soñarlo. Además, debería ser memorable para nosotros, porque en la memoria de nuestra materia ya lo hemos sido todo doña y lo seremos. Nada se pierde, todo se transforma. Eso es una ley de la física. Abu, ¿Ya se dio cuenta verdad? Estamos llegando a la muerte desde siempre porque no existe, es una transición continua, quizás debamos entender un poquito de humildad existencial y notar que somos un conjunto de partículas a las que se les ha otorgado el honor de observar y sentir por un rato nomás. Es una posibilidad. ¿Por qué no? Además es un ratito de vida. Asinito, casi que no hay necesidad de ponernos nombres.

Yo no me preocuparía por morir, más bien lo afrontaría con gracia. Es la manera más noble de honrar al milagro que le ha dado vida y conciencia a este conjunto de partículas. Después, qué pasara con la energía milagrosa que hace vivir estos átomos, vaya uno a saber. Ese temor de nacer y morir es un error conceptual que con un poquito de humildad existencial verá que también somos o seremos estrellas brillando para algún planeta lejano que nos observe miles de años más tarde cuando el reflejo de la Luz de sol llegue hasta esas latitudes del universo, y que quizás noten que alguna vez tuvimos formas de vida mirando hacia allá con emoción y posiblemente todos extintos. Quizás nos devuelvan una especie de sonrisa ¿Qué romántico no? Siempre sería meritorio agradecer en este momento lo observado y lo sentido, como noble partícula observadora y sensible, parte de todo el conjunto, sin más ni menos jerarquía que cualquiera de la totalidad de sus partes. Sonreír a las estrellas es un buen gesto.

Le propongo que abrace esa manzana con gozosa alegría antes de brindarle una crujiente y sabrosa muerte, agradeciéndole el sacrificio de transformarse en usted, apreciando la existencia divina en ella y la respete como antiguos seres primordiales, elevando el máximo culto a la mutación inmutable del universo material y quizás, quien le dice, eso logre que un día se despierte la mente que nos está soñando y se acaba la proyección de la película. Al fin esa sería una verdadera muerte final. ¿Se imagina abuelita, un Hollywood existencial donde se crean los universos? ¿Hollywood? ¿Madera sagrada? ¿Quien será el carpintero?... ¿Abuela? ¡Blanca Rina! ¿Me estás escuchando?!... Uy! No, otra vez te colgaste abu...
Me voy a clases, nos vemos mañana. 
Te amo abuelita. (Beso)




Nietos, ¿estaban seguros que los querían?








Absurdos Relatos de un Cosmonauta en Bicicleta
@Año-2014