La danza del eter

El momento llegó, el calor del sol diluyó mi apariencia, lo que creí que era se desvaneció en una incontable cantidad de partículas que se elevan hacia los ríos invisibles de la atmósfera. La voluntad del viento desdibuja mi cuerpo y determina la forma infinita y permanente de las nubes. ¿Es acaso un equilibrio? Esta quietud esconde movimientos imperceptibles ¿Está quieto o se mueve? La imagen habita la paradoja una vez más, entonces el intelecto pierde la fé sobre el control y cede el mando a los sentidos. Es el momento, el ritual del viento comienza, se enciende la llama de la idea inicial, sutil y constante la reacción en cadena fluye sobre la superficie donde las partículas viajan entre sí recreando una y otra vez esa nubosa imagen interminable.
 Qué cualidad más valiosa que tiene la danza cuando pierde la mente pero no la virtud del gozo. La cadencia de la gravedad es inercia, la identidad aparente no existe más, es posible perderse y no encontrarse jamás, aunque ya no sea necesario, pues, en la danza a quienes se les revela el mapa de las nubes, se dice que alcanzó el primer estado de la conciencia fundamental del agua, la comprensión de lo único inmutable, la mutación infinita.
Es tal así, que todas estas ideas que componen esta sutil figura podrían mutar en cualquier instante, los truenos anuncian que la tormenta está aquí. Es de suma importancia comprender con naturalidad que el fuego, transgresor de la emoción, desahoga su grito estremecedor en los truenos. En la crisis los rayos trazan las figuras de las tensiones más hostiles, es evidente que el equilibrio mutó, los algoritmos de la emoción se replantean una y otra vez sobre sí mismos en cada descarga. La tensión mental es incontenible, todo parece estar fuera de control pero no. El estado más elevado del fuego es el rayo y tanto como parece asustar tiene la capacidad de iluminar el camino, en la profundidad de la tundra indescifrable de las nubes, es solo a través del rayo que se puede vislumbrar los misterios de la oscuridad. Es el momento de trasmutar, saber despedirse en paz es el segundo estado de conciencia fundamental del agua.

Cuando el espíritu comprendió el camino, emerge en la mirada de las nubes la primera lágrima, casi como un regocijo en el alma de las nubes, aún como si toda la poesía no fuera suficiente, esa gota se crea en la sutileza de un abrazo y se despide sin mirar atrás, su viaje ahora recorre las texturas del aire en sentido inverso -que caricia más sutil del destino-. El velo de su desplazamiento por la inerte liviandad de la atmósfera proyecta una curiosa reacción cuando el fotón de luz que atraviesa nuestra conciencia revela todo el espectro de colores. Sonreír y llorar es una bendición dicen los viejos sabios que labraron la tierra, así es como nuestra danza se presenta ante los demás, es una figura de color en la nada aparente, la ilusión es igual al sueño, como las verdades absolutas pueden observarse pero no tocarse, es el ouroboros bailando entre y con nosotros.

Luego de tal manifestación las gotas impactan con contra el suelo, el aterrizaje es valiente no por la resistencia del coraje ante el miedo sino por el amor propio, así nos reconocemos en un nuevo espacio sin resistencia a la forma que este me sugiere. Es la sensibilidad de escucharse, entenderse y aceptarse. El ciclo infinito comienza y termina una y otra vez, solo es posible sobrevivir a las caídas libres si entiende el tercer principio fundamental del agua. Fluir sin forzar. Fluir sin forzar. Fluir sin forzar.

La bendición de este suceso es gozar el aroma de la lluvia sobre la tierra seca, dicen las brujas que a través de los aromas podemos elevar la conciencia a otros estados, por eso utilizan sahumos particulares en sus ceremonias. Es así que el petricor manifiesta la revelación inicial o final. Nuestra existencia aquí tiene un fin más elevado que el propio viaje del agua, el foco no está verdaderamente en mi, en el viaje de esta particula. Yo vivo a través del otro y el otro a través de mi. 
¿Quién habita a quien? 
Solo cuando toqué la tierra pude entenderlo, el cuarto estado de la conciencia fundamental del agua, es la comprensión de la identidad en el todo. La disolución de mi propia identidad como punto principal de mi intelecto, de mi conciencia y cuerpo emocional. Entre todos no somos más que uno, ni menos que eso. Entonces la luna orquesta las mareas interiores mas sensibles, inspira la empatía entre las partículas y sincroniza las conciencias creando la obra de arte más bella que podemos alcanzar cómo danzantes del universo, habitar una conciencia colectiva. Es solo a través de este estado que puedo convertirme en árbol, flor, pájaro, humano, río y ser más allá de mi, con los otros el milagro más extraño de la creación, la vida.




Inspirado en las danzas libres, particularmente el contact improvisación, en las vivencias de las personas con las cuales estoy conectado más allá de mi entendimiento, en el propio sentido de la existencia y en una cocción de 14 horas de huachumaj frente al fuego que reveló del mapa de las nubes en un carton. Aquí la foto registro de tal mapa. 


Absurdos relatos 

de un 
cosmonauta en bicicla.
10/6/2020  





Sin Sentido

Yo no sé porqué a veces tengo ganas de hacer cosas que no entiendo porqué hacerlas, pero las hago. Tarde o temprano termino justificando ese accionar sinsentido de alguna forma lógica, argumentando cualquier falacia al respecto con tal de no ceder ante la idea de que no tengo el mas mínimo control sobre el curso de la vida.

Amanecí dentro de la carpa y otra vez me pregunto dónde estoy, porque además de títere existencial también regreso del sueño sin la más puta idea de donde estoy, problemas de sonámbulos. Así, un poco desorbitado caminé hasta el río a cumplir con mis deberes reptiles, mojarme los pies, recibir un poco de sol, estirar la lengua y mirar el vacío colgado en algún sinsentido. De repente interrumpe el ritual un pensamiento ajeno en mi mente, aparece  de forma intuitiva la idea de regalarle un libro a este lugar. ¿Qué? ¿Por qué este pequeño valle rocoso en medio del oeste catamarqueño necesitaría un libro? Qué ocurrencia tan insensata, típica de vos, me repliqué. Pero como también es típico, lo hice. No sé, lo hice. Ahí está, tome el libro que estaba leyendo en el viaje y se lo regalé sin medir nada. Lo coloqué sobre una piedra, bajo un algarrobo. Listo.
 Sonreí victorioso al universo, cómplice de alguna entidad que observa y/o sugiere todo, quizás, no lo sé. Lo que si sé, es que me di mucha ternura, tal vez como mecanismo de defensa ante lo absurdo y ridículo que me vi. Es obvio que ese libro no duraría mucho ahí, ¿La primera lluvia quizás? ¿Le servirá a alguien que pase por ahí? y si se lo lleva... ¿Sabrá este pedirle prestado a la montaña su libro? ¿Entenderá la montaña de propiedad privada?...

Mientras camino y continúo con la secuencia infinita de preguntas encuentro un pequeño cactus caído, me acerco, muevo la tierra para acomodar sus raíces y veo un alacrán; le hablo -La idea no es hacerte daño, colaboro con el cactus nada más, por ahora. Todo salió bien, el alacrán no me picó y pude acomodarlo dejándolo nuevamente vertical al cielo, parecía que llevaba varios meses caído. -Qué difícil ser un cactus- pensé, -También es difícil ser humano- me replicó como colando un pensamiento en mi cabeza, empatizamos. Me sentí tan cómodo ahí que decidí sentarme un rato con él, mientras continuaba sonriendo cómplice de vaya saber qué.

Pensé en el cactus, él no tiene los mismos sentidos que yo, no me ve, no escucha, ni habla, ni siquiera procesa la energía psíquica como yo lo hago en mi cerebro pero es posible que de algún modo si logre sentirme. Me encontré espejado de repente. Cómo se sentirá el cactus ahora, ¿Entenderá o sospechará que algo lo movió? ¿Justificará de algún modo que ese movimiento perteneció a su voluntad? ¿O quizás él también le esté “sonriendo” cómplice a alguna entidad (yo, en este caso) que modificó su destino? Jajá!! me reí mucho con él pensando que la entidad que me motivó a mi quizás sea igual de insensata, torpe y distraída que yo. Le querría decir que si, despejar su duda existencial pero no podría explicárselo con mi lenguaje y mecanismos. Ante la imposibilidad me contenté con saber que de alguna forma estamos conectados y eso era suficiente para el destino de los dos.

Miré hacia la nada otra vez y pensé cómo será realmente esta especie de entidad que me acomodó un poquito el corazón esta mañana y me hizo vibrar tan intenso que mientras regalaba ese libro algo cosquilleaba en mi alma, una tímida euforia desbordaba por el gozo de habitar este planeta y me puso a caminar tan sensible que pude participar sutilmente en el destino de otro ser. Sospeché ademas que esto es parte de una cadena infinita de sucesos y que por un instante vislumbré con claridad la trama invisible que da sentido a los destinos cruzados de los seres que habitan aquí. El libro fue un movimiento de esos. Si, ya sé, es posible que sea otro sinsentido, solo que algunos lo llaman así porque todavía no pueden comprenderlos ¿o si?...

   alan :(: ro 
 07-06-2020 | HUALFIN



Un absurdo relato más, sin sentido (aparente).