2 días sin ver el sol en la oscuridad del encierro.
4 am, martes, 2009, abril.
4 am, martes, 2009, abril.
Solo, aislado.
Desvelado, desenfocado.
Desnudo, vacío.
Desconectado.
La angustia ha vencido...
Como en todas las vidas que viví, este tránsito por la oscuridad de mi ser ha sido devastador y a la vez re-evolucionador. Nada superó aún la magia de encontrarme por primera vez de esta manera.
Este es un experimento que sin dudas despertó mi ser en todas sus manifestaciones, es la historia real de un pequeño gran experimento que intuitivamente realicé como reacción a un profundo periodo de tristeza y vacío en los últimos días de mi adolescencia. Tomé la decisión de compartirlo de modo hermético solo a las personas que transitan por un estado similar, ya que, a mi parecer, no existe modo dentro de la lenguaje humano de describir tal estado. Si es que estás leyendo este relato es por que has sido invitado especialmente por mi o por quienes nos reconocemos en este camino, de otro modo creo que no funcionaría el experimento.
El Experimento
Caminé entre la oscuridad hacia el baño de mi pequeño departamento, apoyé los brazos como si fueran dos columnas que sostenían el peso de la angustia. Levanté la mirada y por primera vez en 19 años de mirar espejos, encontré a alguien más ahí. Todo comenzó cuando ya no estaba observando si estaba lindo, feo, si mi pelo estaba bien, si mis dientes estaban limpios, si me veía triste o cansado, deje de mirar todo que antes miraba en el espejo. Me entregué inocentemente a una búsqueda en lo profundo de los ojos de este tipo, comencé a perderme en el centro de su pupila, cada vez mas profundo el foco en el interior. Respiración a respiración mi cuerpo encuentra un extraño balance, entonces me confundo, no entiendo si la imagen que está en el espejo está respirando por si misma, realiza movimientos que no puedo reconocer en mi propio cuerpo, me asombro ante una especie de disociación, sin embargo, nunca puedo dejar de sentir que ese tipo que está ahí, en esa extraña proyección, soy yo.
- Hola.
Acá estaba Alan, refugiado hace 19 años, auto-abandonado, distraído por todo eso que el mundo exterior sostiene constantemente. Toda una vida entretenido por los impulsos del mundo exterior (estudios, amigos, salidas, deberes sociales, parejas, trabajo, deseos mundanos, complejos sociales, personales). En definitiva, la insensatez humana.
- Hola, me dije y de inmediato sentí el impulso de pedirme - perdón.
Surge de forma extraña y en paralelo una tormenta de revelaciones, mi cabeza volaba a miles de pensamientos por segundo, es indescriptible pero puedo acotar algo mínimo y personal. Nunca más volví a sentirme solo, al menos no desde la visión negativa de la soledad, es decir, desde el estereotipo social que existe, donde las personas hacen cosas increíbles por evitarse a si mismos.
La soledad es el espejo más profundo del ser y es hermoso estar con uno mismo, disfrutarse, tolerarse, enojarse abrazarse, divertirse o hablarse a uno mismo. La soledad atormenta a las personas porque estamos todo el tiempo distraídos en la ansiedad de los impulsos del mundo exterior, nos auto abandonamos, de hecho, las personas no se toleran solas, no soportan largas rutas a solas, largos momentos en soledad, porque no sabemos con quien estamos en ese momento que creemos estar solos, no entablamos ese dialogo ni aún en el momento de nuestra muerte.
- Te extraño, me dije.
Mi cuerpo y el peso absurdo, la angustia, la tristeza, todo empezaba a desvanecerse como si fuera que un amanecer de verano empezaba a calentar mi mundo. Un halo de luz de tranquilidad empezaba a colorear todo eso que estaba y se veía tan oscuro.
Como si fuera mágico y absurdo al mismo tiempo me reía, lloraba, lloré tanto conmigo mismo, fue tan hermoso... Lloré y lloré, no recuerdo cuanto tiempo me pasé llorando y riéndome conmigo mismo.
- Alan, ahí estabas...
Empecé a hablarme, a disculparme, a retarme, a perdonarme, a aceptarme a decirme absolutamente todo sin filtro alguno, todo en voz alta y mirándome siempre a los ojos. Dejé por primera vez de mentirle a Alan y él a mí. Todo lo que uno pueda decir en durante este estado tiene una resonancia interior muy intensa, escuchar tu voz pronunciarlo, ver tu gesto al decirtelo, es un portal muy poderoso y valioso.
El mundo exterior dejó de ser más importante que yo y cambié tanto mi ser que quienes me rodeaban me lo hicieron saber, cambió mi relación con mi familia, con mi entorno, cambié yo.
Empecé a descubrir un universo nuevo en el que era por primera vez, autentico. Autentico conmigo mismo, cambié tanto que algunos piensan que me volví loco, otros incluso que soy otra persona, otro brillo. Por supuesto que no fue inmediato, estos encuentros conmigo los hice mucho y los sigo haciendo porque sé que siempre tengo que salir al mundo exterior otra vez y mi ser vuelve a las tentaciones y los impulsos del mundo exterior, sé que acá afuera sin darme cuenta me estoy alejando de Alan, entonces se revela la misión, la búsqueda del equilibrio.
Esas distracciones son difíciles de manejar porque componen nuestra realidad diaria pero con este experimento vuelvo siempre a mí y cada vez que sucede algo bueno o malo en el mundo, mi universo personal sigue intacto, firme, fuerte.
La verdad también es que a veces me olvido, tomo tanta confianza cuando hago estos ejercicios de reencuentro, en esas visitas periódicas a Alan que cuando ya me siento medio perdido otra vez necesito volver a verme. Es bueno venir a visitar la intimidad para confiarse, reírse, compartir y disfrutar de la soledad. Sobre todo para saber que ahí estás vos, que nunca estás "solo" como vos crees y si logras llegar a un nivel de comprensión superior podes dilucidar que esta presencia álmica es más fuerte que cualquier lazo familiar biológico, es de algún modo denominado para mi un "Encuentro Astral" con algo más intenso que no podría definir y que quizás definirlo sería limitarlo.
Absurdos Relatos
de un Astronauta
en Bicicleta. 2009
.al.an
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